I T
CAPÍTULO 1
Chicago, Illinois 1953.
Domingo, 22:30h.
Llevaba dos horas deambulando por aquel páramo, tenía las manos entumecidas por el frío. El viento arreciaba helado y el frío le calaba hasta los huesos.
Era la
hora indicada, el día y el lugar. Se sentó en el suelo, la hierba estaba casi
congelada, pero se sentía tan cansada que no podía seguir en pie. Miró a su alrededor y vio un lugar donde el
aire no movía la yerba. Se levantó y ando todo lo deprisa que le permitían sus
fuerzas. Tan solo dio un paso más adelante, cerró los ojos y desapareció.
Nueva York 2112
Lunes, 11:00h.
Cuando
despertó de nuevo estaba en la cama de un hospital.
—Por
fin estoy a salvo —se dijo en voz baja.
—Sí.
Giró
la cabeza para mirar a quién le hablaba.
—¡Susy!
Gracias por estar aquí.
—No me
las des, es mi deber en cierto modo.
—No
tienes ninguna obligación, —la miró seria—, ¿quién te ha llamado?
—Ha
sido el hospital, te han encontrado en medio de una carretera, casi te mata un
camión, —negó con la cabeza—, tus jefes podrían determinar mejor el lugar del
aterrizaje.
Susy
se levantó de la silla y se acercó a ella.
—No me
gusta tu trabajo Catherine, deberías pensar un poco en mí. No puedo estar
siempre alerta, dejando todo…
—Susy,
—la interrumpió—, no volverá a ocurrir, en cuanto salga de aquí me buscaré un
sitio donde vivir por mi cuenta… No es habitual que regrese en medio de una
carretera, sabes que siempre volvemos al mismo sitio, no sé porque no aparecí
en I T. Te prometo que no te volverán a molestar.
—No
eso… eres mi hermana, me preocupa no saber donde puedas estar o la misión que
debes estar cumpliendo, no quiero imaginar los peligros que puedes llegar a
correr —el reloj que llevaba Susy en la muñeca derecha vibró un segundo—,
disculpa es Mary.
Salió
de la habitación para responder a la llamada. Un minuto después volvía a
entrar.
—Tengo
que marcharme, llámame en cuanto te den el alta —la besó en la mejilla y se fue
cerrando la puerta de la habitación.
Catherine
cerró los ojos, no quiso darle mucha importancia a su lugar de regreso, sonrió
recordando lo que había vivido hacia tan solo doce horas.
<<Ya tenía el documento en sus manos. Ahora tan solo quedaba que Vincent apareciera, le había citado en una habitación en aquél motel de carretera. Miró su reloj, eran casi las siete de la tarde. Se acercó al aparador que hacía la función de adornar la pequeña estancia. Suspiró, era lo más decente que se podía obtener en esos tiempos. Se sentó en la cama y se quitó aquellos incómodos zapatos de los años cincuenta. Movió los dedos de los pies para rajarlos un poco, en esos momentos llamaron a la puerta.
Se levantó y abrió, era él.
Embutido en aquel traje negro que le
sentaba como un guante, imponente.
—Pasa, creía que ya no vendrías.
—Tan solo me he retrasado unos minutos —sonrió.
—Te preguntarás por qué te he citado aquí.
—Así es, —decía quitándose el sombreo de
ala corta— podrías haber elegido un motel más cerca de la ciudad.
—Ya, es que no quiero que nos molesten
—sacó una botella de whisky de su bolso— ¿Te apetece un trago?
—Por supuesto.
Abrió una de las puertas del aparador
esperando encontrar un par de vasos, pero había dos pequeñas copas de cristal.
Cat sirvió la bebida en ambas copas y le
ofreció una a Vincent. Él la elevó un poco.
—Por ti, —brindó tomándose de un trago la
copa entera— ¿puedo? —dijo cogiendo la botella de whisky y sirviéndose más—.
Bien, ¿qué es lo que quieres Cat?
—Me marcho en unas horas y quería darte
las gracias por tu ayuda.
—¿Tan sólo para eso me has hecho venir tan
lejos? —preguntaba acercándose a ella.
—El lugar donde deben recogerme está tan
solo a unos pocos kilómetros al norte. Tú has venido en taxi, yo no puedo
entregar el coche de alquiler.
—Y quieres que te deje en lugar de
recogida y devuelva el automóvil después.
—No, debo ir sola.
—Sabes que esto no es gratis, ¿verdad?
—Lo sé, —le dio la espalda para coger su
bolso.
—No es dinero lo que deseo de ti, —él la
abrazó por la cintura por detrás— pensaba en algo más placentero para ambos —la
besó en el cuello.
Cat se volvió entre sus brazos quedando frente
a él. Se empinó y le besó en los labios. Sabía muy bien como besaba ese hombre,
se habían besado en alguna otra ocasión, cuando ella debía ocultar su rostro
para no ser reconocida por sus perseguidores.
La ropa calló al suelo, había necesidad
mutua, ella le deseaba y él también. La tumbó en la cama, su respiración era
agitada, la excitación y las ganas de sentir ese placer que solo se puede
obtener con el sexo era apremiante. Pero Vincent no estaba dispuesto a darle lo
que ella le pedía arqueándose contra su miembro, rozándose jadeante contra su
duro cuerpo.
—Tranquila muchacha, tenemos tiempo,
—jadeó cuando ella le acaricio la entrepierna— ¡Ah! ¡Cat!
Ella insistía, sus manos recorrían ávidas
su cuerpo, demorándose en su miembro, agarrándolo, subiendo y bajando, su dedo
pulgar le acariciaba el prepucio haciendo presión en la hendidura, era como
sentir su lengua lamer su falo.
—¡Está bien! —le quitó esa mágica mano de
sus testículos—, sí así lo quieres…
Cat tan solo asintió mientras le besaba
por el cuello hasta llegar a la barbilla y morderle con pasión. Él se apoderó
de su boca y con un movimiento fuerte de caderas la penetró en un envite.
—¡Ah! Esto es… Vincent… ¡No pares!
Él no paró, no dejó de embestirla una y
otra vez, apretándose contra ella. Cat se arqueaba recibiéndole en cada
penetración, hasta la culminación del placer, llegando casi a gritar, sino
fuera porque él no dejaba de besarla, poseyendo también su boca con la lengua.
Descargada la pasión inicial, Vincent se tumbó a su lado. En su prisa no se
había fijado en su cuerpo desnudo. Ella tenía los ojos cerrados, aunque no
dormía.
—Cat, ¿cuánto tiempo llevabas sin hacer el
amor?
—Seis meses —respondió mirándole— ¿Y tú?
—Una semana.
Cat se quedó mirándole, realmente estaba
muy bueno, le gustaban esos ojos verdes, su boca. Sonrió y levantó la cabeza
para besarle en los labios.
Con un rápido movimiento la puso encima de
su cuerpo.
—¿A qué hora debes irte? —preguntó
mientras ella le besaba por el pecho.
—A las diez de la noche —respondió.
—Tenemos un par de horas, —sonrió—, ven
acá… >>
Su ensoñación acabó al entrar en la habitación Suelen, encargada de las recogidas de los ingredientes temporales.
Suelen
era una mujer de mediana edad, de labios apretados y ojos pequeños que siempre
llevaba maquillados con colores chillones, se acercó hasta la cama y miró con
detenimiento a Catherine, después sacó una Tablet y comenzó su interrogatorio.
—¿De
dónde regresaba señorita Stoner?
—De
Chicago, año 1953 —respondió.
—¿Cuánto
tiempo gastó en su misión?
—Tres
meses.
—Por
lo que leo en su informe debería haber vuelto antes —la miró inquisitiva.
—Me
entretuve una semana.
—Espero
que ese entretenimiento le aportara algún beneficio, ya sabe que las horas
contratadas por el cliente son las que serán remuneradas.
—Lo
sé, lo sé…
—Imagino
que hará constar en su informe definitivo toda la actividad que tuvo lugar en
Chicago, toda misión completada debe ser evaluada.
—Lo
haré, no se preocupe —respiró profundo.
—Stoner,
en el informe preliminar declara haber sido atacada por una agente de otra
agencia, ¿sabe quién pudo ser?
—Rachel
Gordon, trabaja para a la agencia Destino, sino me equivoco alguien más estaba
buscando esos informes médicos.
—Nos
pondremos en contacto con nuestros clientes, quizá ellos sepan quién pudo
contratar sus servicios, mientras tanto, nosotros asumiremos el riesgo y la
factura del hospital. Nos veremos pronto señorita Stoner.
Suelen
salió de la habitación.
<<Si
se cree que le voy a contar todo lo que hice lo lleva negro, tengo que pensar
como rellenar los espacios de tiempo gastados con Vincent>> —pensaba
mientras intentaba levantarse.
Cat
llegó hasta el baño, tenía sed. Abrió el grifo del lavabo y dejó correr un poco
el agua. Bebió y le escoció la herida que tenía en el interior de su boca.
Rachel
le había pegado fuerte. La pilló por sorpresa cuando iniciaba su regreso. Estaba
decidida a viajar en su lugar, sino fuera gracias a su aprendizaje en defensa
personal, aquella mole de mujer le habría dejado K.O y ella estaría ahora en su
lugar, dando puñetazos a diestro y siniestro.
Cat se
tumbó de nuevo en la cama, le dolían las costillas y el brazo derecho. Tenía
algo abiertos los nudillos de la mano, todo eso no le impediría salir esa misma
tarde de aquel hospital. Necesitaba sentirse libre y disfrutar de unos días de
asueto, sola.
Después
de comer recibió otra visita inesperada, ver entrar por la puerta a su jefe le
hizo pensar en su despido.
Liam MacBeth
era un hombre de treinta y cinco años, de cabellos castaños cobrizos y ojos azules. Alto,
de cuerpo atlético. En conjunto bastante atractivo. Con una sonrisa en los
labios se acercó hasta ella.
—Hola,
¿cómo está señorita Stoner?
—Bien,
gracias por venir señor.
—En
realidad soy yo quien debería darle las gracias, —la miró serio—, tengo
entendido que tuvo un percance cuando regresaba, lamento el lugar en el que
apareció.
—Sí, pero
lo solucionaré, he de hacérselo saber al personal de llegadas —él asintió.
—Disculpa
que no espere a que te recuperes como es debido, no tengo mucho tiempo, nadie
sabe que estoy aquí. Señorita Stoner, he revisado todos los archivos de
nuestros agentes, estaba buscando a alguien especial para asignarle una misión
muy delicada. Revisando sus informes he comprobado que usted es la única que no
ha alterado nada en el tiempo ni ha dejado cabos sueltos. Por eso creo que es
la mejor de mis I T para llevar a cabo este trabajo —diciendo esto sacó un móvil
del bolsillo de su chaqueta y lo puso en sus manos— échele un vistazo, bórrelo
después, y si le interesa es suya la misión, sino es así le agradecería que
olvidara todo.
Cat comenzó
a abrir el archivo. Se sorprendió al ver las fechas de los viajes, el conflicto
en el que se vería envuelta, pero lo más asombroso fue ver para quién debería
cumplir la misión. Borró el archivo del móvil y le devolvió el aparato a su
jefe. Debía tener muy buenos motivos para enconmendarle ese trabajo tan peligroso,
pues ella debería ser parte de la vida de esas gentes, sobre todo formar parte
de la historia familiar de su jefe. Cat nunca había tenido que hacer algo así,
nunca se involucraba personalmente en las misiones, tan solo tomaba o dejaba
algo transcendental en la vida de sus clientes pasando completamente
desapercibida su presencia.
—¿Y bien?
¿Puedo contar con usted? —preguntaba algo ansioso.
—Señor
MacBeth, antes de aceptar tengo que saber bastante más del caso, debe de
entender que las fechas de los viajes son de lo más dispares, que mi presencia
se verá involucrada en esa época, —le miró—, aceptaré solo si tengo toda la
información.
—De acuerdo,
se lo envío a su correo fantasma —sonrió.
—¿Mi
correo fantasma? —inquirió.
—Sí,
desde ahora lo tiene, mire su PC cuando llegue a su casa. ¡Ah! La contraseña es
1750.
—¿Cuánto
tiempo tengo para decidirme?
—No
más de siete días —respondió.
—Está bien,
en una semana le daré mi respuesta.
—Gracias,
sabía que no me defraudaría, —contento la besó en la mejilla— espero su
llamada.
Liam
MacBeth, el hombre con el que todas las chicas de I T se darían un buen recreo
sexual, ese hombre con los ojos azules más hermosos que había visto, le había
besado en la mejilla.
SonrióTodos los Derechos reservados.
Oscura Forastera
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