VALENTÍA
El valor de una mujer
que quiere ser madre,
no tiene cabida en cifra alguna.
Es de amor incalculable,
llevar dentro a un nuevo ser.
Sentir la paz que este hecho nos
regala,
sentir qué es latir
al unísono,
corazón con corazón.
Llevarlo dentro del útero,
al principio un acolchado embrión,
más tarde un acomodado feto.
Y después de dar
toda nuestra fuerza y empeño,
sabiendo que el atardecer,
procurará las contracciones
Y de paso a la Luna,
`para que ilumine el parto
y bendiga el nacimiento.
Para que el Alba anuncie que ya
parimos,
y que la mañana ilumine al recién
nacido.
¡Cuánto dolor!
¡Cuánta sangre derramada!
Regalando vida
y casi perderla mientras se
empujaba.
Momentos desquiciantes,
en los que se recuerda más que
nunca
a muestra Madre, la que nos trajo
al mundo.
Y como una herencia bendita,
tomamos el relevo.
Y ya, al tener a nuestro hijo entre
los brazos,
coloradito y llorón,
con olor a recién nacido,
en esos momentos de emoción, estalla
el corazón,
Y, lo llenas de besos y miradas
cargadas de amor.
Cuanto se quiere a un hijo,
solo lo sabe,
LA MADRE QUE YA PARIÓ.
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