DESPEDIDA
Después
de la despedida, tan sólo queda el amargo recuerdo de lo que fue y no pudo ser.
Queda en nuestra mente la insatisfacción al no poder remediar ciertas
situaciones, el remordimiento al pensar si hicimos todo lo que en realidad podíamos
hacer, la conciencia merodeando a nuestro alrededor, para no dejarnos dormir.
Pero lo peor es la pena por la pérdida y el pesar que eso conlleva en nuestros
corazones. El dolor agónico e irremediable que rompe nuestra alma y sólo
podemos expresarlo con lágrimas.
La pena
se convierte en extrema si la persona que perdemos es alguien a quién amamos,
alguien que compartía su vida y su amor. Ese alguien es imposible que lo
reemplace otra persona, al menos eso es lo que pensamos después de vivir su
muerte, su dolor, después de sentir su desesperación por amarrarse a la vida.
Por su lucha por seguir entre nosotros un poco más. Pero cuando el tiempo está
contado, no nos permite ralentizarlo.
Después
de toda esa lucha inválida, después de la marcha del ser querido, tan sólo nos
queda devorar nuestra pena y seguir con nuestras vidas y, esperar que el tiempo
cure u oculte de algún modo el dolor que
nos acalla y nos deja sin sonrisas, porque se nos pierde la alegría y las ganas
de volver a amar.
Me encanta,maravilloso!!!!
ResponderEliminarGracias José Miguel, por tu comentario me alegra que te guste... fleiz año¡¡¡
ResponderEliminarLeyendo, pensaba en una persona que se fue pero no ha muerto, expresa totalmente lo que senti en una epoca cuando crei que esa persona era ireemplazable.
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