DESPEDIDA
Después de la despedida, tan sólo queda el amargo recuerdo de lo que fue y no pudo ser. Queda en nuestra mente la insatisfacción al no poder remediar ciertas situaciones, el remordimiento al pensar si hicimos todo lo que en realidad podíamos hacer, la conciencia merodeando a nuestro alrededor, para no dejarnos dormir. Pero lo peor es la pena por la pérdida y el pesar que eso conlleva en nuestros corazones. El dolor agónico e irremediable que rompe nuestra alma y sólo podemos expresarlo con lágrimas. La pena se convierte en extrema si la persona que perdemos es alguien a quién amamos, alguien que compartía su vida y su amor. Ese alguien es imposible que lo reemplace otra persona, al menos eso es lo que pensamos después de vivir su muerte, su dolor, después de sentir su desesperación por amarrarse a la vida. Por su lucha por seguir entre nosotros un poco más. Pero cuando el tiempo está contado, no nos permite ralentizarlo. Después de toda esa lucha inválida, después de la marcha